sábado, 18 de septiembre de 2010

Estrés es ni Bueno ni Malo

Estrés es un estado de ánimo que afecta nuestro cuerpo. En general cuando vivimos una situación difícil nuestro organismo reacciona siguiendo un instinto básico. Por ejemplo la respiración y los músculos ya no están relajados. Por tanto asociamos los acontecimientos desagradables con la reacción del estrés. Pero el cuerpo humano responde de la misma manera ante los sucesos agradables y desagradables. Una de las curiosidades del estrés es que si nos dan un beso apasionado o una bofetada, el cuerpo reacciona de la misma forma. El cerebro procesa cualquier cambio, sea positivo o negativo, siguiendo un protocolo predeterminado.

Lo curioso es que lo que puede ser estresante para uno es un estimula placentero para otro. Por ejemplo hay personas que temen a las alturas y cada vez que mira hacia abajo desde una altura elevada sienten mareo y se flaquean las piernas. Sin embargo, muchos pagan para tirarse al vacio sea en la práctica de puenting o paracaidismo. Esto demuestra que los acontecimientos por si no son causantes del sufrimiento, sino nuestra propia interpretación de los eventos.
Repasamos el proceso fisiológico del estrés. Nuestro organismo está “programado” para protegerse y asegurar su supervivencia. Ante cualquier amenaza este mecanismo se activa en una fracción de segundo inhibiendo el riego sanguíneo al cerebro y a la digestión, y además inhibe monetariamente el trabajo del sistema inmunológico. La razón por estas alteraciones es ahorrar la energía y dirigirla a luchar la amenaza o huir de ella.

Durante miles de años este mecanismo primitivo se ha quedad sin alterar. La reacción del estrés como un instinto básico nos ayuda en situaciones límites, como solían vivir nuestros antepasados en un hábitat salvaje e peligroso. Pero hoy en día no existen situaciones límites que requieran una reacción fuerte como luchar contra una bestia salvaje o huir de ella. En nuestras sociedades modernas tenemos que afrontar desafíos diferentes que no son realmente cuestión de vida o muerte.
El instinto básico del estrés para proteger nuestra integridad física nos puede generar graves problemas. Por ejemplo has estado de excursión con tu familia. El fin de semana ha sido soleado y tranquilo. Estas en el coche de regreso a casa. A medida que te acercas a tu ciudad el trafico se densa cada vez mas. Como buen conductor dejas pasar a otros coches, pero varios se aprovechan de tu cortesía y te cortan el camino bruscamente. Gradualmente tu serenidad se desvanece y algo se altera en ti: tu respiración se acelera, tus músculos se tensan, el corazón galopea como un caballo salvaje y sube tu tensión arterial.

Unos conductores incórdiales no suponen un peligro para nuestro organismo. Pero el cerebro (nuestra percepción) reacciona como si fuesen bestias salvajes que quieren devorarnos. Nuestras alternativas, según el instinto básico de supervivencia, es luchar o huir. Pero en un atasco no solemos correr detrás del coche del conductor que nos ha incordiado para empezar una pelea. Ni siquiera podemos dejar el coche e huir del atasco. Estamos obligados a quedarnos allí sentados. El problema es que el cuerpo se ha activado con una carga de energía para un “combate”.
Si no desgastamos esa carga el cuerpo sufre. El cuerpo puede soportar las alteraciones durante un breve periodo. Pero si no llega suficiente sangre al cerebro, al sistema digestivo y al inmunitario padecemos problemas de salud como migrañas, mareaos, indigestión, estreñimiento, catarros frecuentes y dolores musculares.

Lo que hace que el estrés sea bueno o malo depende principalmente de un factor: nuestra percepción. Nuestra actitud, personalidad, expectativas y creencias acerca de la realidad son filtros que definen nuestro estrés. Martin Seligman un investigador de la Universidad de Pennsylvania , dice que hay una diferencia marcada entre como afrontan la vida los optimistas y los pesimistas. La clave está en cómo nos interpretamos los acontecimientos estresantes. Los pesimistas consideran un suceso estresante como algo permanente, una falta de su persona y que afectará negativamente todas las facetas de su vida, mientras que ven los acontecimientos positivos como algo temporal que no les afectará mucho. Por tanto el estrés es ni bueno ni malo. Como dice William Shakespeare en Hamlet: "No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así."

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